La Fuerza Vital

El Anj simbolizaba la fuerza vital, el aire (el aliento) y el agua (la fuente de vida) así como la vida eterna y la fuerza vital para los difuntos.
Se acostumbraba a poner un Anj entre las vendas de los difuntos.
Suele ser llevado los dioses, que lo sujetan de la parte superior (cerca de la boca) y podría ser necesario para la existencia de ellos y de todos los seres vivos.
La parte superior del amuleto es asociado a la energía femenina y a la diosa madre Isis.
La parte inferior se asocia con la energía masculina y al dios Osiris.

"Pese a que la ciencia occidental con su influencia judaica-cristiana ha querido desvirtuar su existencia, por no ser una materia útil para su uso, consumo material o progreso tecnológico y sobre todo que sirva como instrumento de anulación del individuo, la Fuerza Vital sigue perenne por toda la eternidad en el desarrollo del universo y por ende en la vida de todos los humanos. Es el estado de vida más excelso de cada persona, el potencial que poseen todos los seres humanos. El yo inferior, con todos sus impulsos y deseos se fusiona con el ritmo vital del cosmos, el yo superior. Entonces, liberamos la energía inherente a nuestra vida, que nos permite conocernos, perseverar en nuestros esfuerzos y gozar de ilimitada sabiduría y vitalidad, ya que no existe separación entre el mundo interior de los seres humanos y su entorno; por eso, los cambios que ocurren en lo profundo de la vida de las personas se ven reflejados en sus circunstancias externas.
Esta energía existe antes de los tiempos, según la sabiduría milenaria del pueblo chino. Fueron sus ondulantes movimientos los que dieron origen a las estrellas, planetas, la naturaleza, en fin todo lo que podemos concebir como existente. Esta noble fuerza habita en todo lo existente, de una u otra forma; y no solo habita en cada parte de la naturaleza, sino que además suministra crecimiento, evolución, acción y hasta provee de pensamiento al ser humano.
Lo definieron como la existencia de una energía que desde antes de la creación mantiene su esencia, y es la que mantiene el equilibrio de los planetas en el universo, así como de los vegetales y de todo cuanto tenga vida. La energía o fuerza vital de vida es indispensable para vivir, para estar saludable y alegre; y también es indispensable incrementarla, equilibrarla y recuperarla cuando enfermamos o caemos en depresión o tenemos incluso alguna fatiga.
Situándonos en la vida terrenal, si analizamos la vida de una persona, desde su nacimiento hasta el fin que llamamos muerte, vemos que el bebé es inconsciente de los fluidos vitales que recorren su cuerpo, ya que éstos se hallan inactivos porque los órganos que generan los fluidos vitales permanecen en estado latente y todavía no se han desarrollado. Durante esta etapa de desarrollo, si el niño es normal, activo y rebosa de vida, los fluidos se irán haciendo más fuertes, hasta que el niño alcance la etapa de desarrollo, la juventud, en la que dichos fluidos se tornan activos, y en la que pueden comenzar a disiparse.
Si dicha disipación lleva a sus extremos, ocurre que en pocos años el joven empezará a mostrar signos de edad. Los ojos van perdiendo brillo y el cuerpo sus actividades y gracia. Los rasgos se marcan. Al cabo de algunos años el cerebro pierde su capacidad para coordinar los músculos y el cuerpo se convierte en el de un decrépito anciano o anciana y luego en cáscara vacía del antiguo ser.
Pero si se ha conservado y va utilizando el flujo de los fluidos vitales con conciencia. Permitiendo que éstos circulen de manera natural por su cuerpo, veremos lo fuerte y vigoroso que es. Si esa persona conserva los fluidos, aunque no perciba ningún ideal elevado de vida, aparte de nacer y vivir un corto espacio de tiempo en esta tierra para luego fallecer, la duración de esa vida será más larga y sana que la de la persona que ha disipado los fluidos vitales banalmente.
Cuando se conserva toda la fuerza vital, el cuerpo está tan cargado de energía, que es capaz de insuflar vida en todas las formas. Allí el artista de la vida es capaz de pintar su gran obra maestra, modelar su gran escultura que exprese su ideal e insuflarle el hálito de vida, haciendo que se torne vivo. Se puede observar las formas perfectas por la cual su creador ha cumplido su responsabilidad y podemos descubrir al auténtico genio. Ejemplo de lo afirmado es la vida y obra del Maestro del humanismo renacentista, Leonardo da Vinci, practicante de la fuerza vital y que podemos estudiar su sabiduría en sus tratados, dibujos, pinturas, ensayos filosóficos e inventos.
Los genios cuando empiezan a desarrollarse, van adquiriendo consciente o inconscientemente, la capacidad de conservar y emitir las fuerzas vitales puras a través de sus canales naturales; esta condición ha animado su cuerpo y la facultad creativa, y por ello ve que ahí hay algo superior a lo ordinario que él debe expresar. Mientras conserve las fuerzas vitales y les dé rienda suelta, irá de logro en logro; pero si permite diseminar arbitrariamente esa energía, no tardará en perder su poder creativo.
Cuando nuestra fuerza vital, esta llama interior es fuerte, tenemos claridad para pedir lo que necesitamos, vamos tras nuestros sueños y anhelos más profundos. Y nuestra seguridad no se fundamenta en que los demás aprueben o aprecien nuestra persona, nuestras obras, nuestros logros o errores. Tenemos alegría, esperanza, soportamos las críticas y nuestras imperfecciones.
Cuando nuestra fuerza vital es pequeña, somos vulnerables, frágiles y débiles. Tenemos miedo y somos aprehensivos, estamos llenos de dudas y necesitamos cosas externas que nos hagan sentir mejor. No nos comunicamos con los demás, no nos sentimos merecedores del amor, del aprecio y la felicidad, somos escépticos y nos sentimos desengañados; probablemente seremos presas fáciles de la crítica, el auto desprecio, las adicciones y las enfermedades.
El sentir empatía hacia los demás, dedicarnos tiempo a nosotros mismos, reconocer nuestros logros, pasar tiempo con quienes amamos, descansar, divertirnos, hacer ejercicio, comer sanamente, gastar el dinero con sabiduría, dedicar tiempo a cultivarnos, ser sincero con nosotros mismos y con los demás, contribuir a mejorar las condiciones de vida de la sociedad, en especial de los marginados, perdonar, buscar lo bueno, hacer lo que te gusta, recibir el amor y la ayuda de los demás, decir tu verdad, perseguir tus sueños son algunas de las decisiones y acciones que fortalecerán nuestra fuerza vital y nuestra llama interior.
Si el humano comprendiese que este fluido vital es muchas veces más vital que una cantidad similar de sangre, lo conservaría en lugar de disiparlo, para luego con el transcurrir del tiempo no lamentarse de su ignorancia que le ha llevado a la decrepitud prematura. Por tanto hay que tratar siempre de conservar estas fuerzas vitales sin deformarlas y viviremos siempre con mayor vitalidad, mejor dotados para hacer frente al transcurrir del tiempo y siempre seremos amables y generosos y llenos de amor y ternura por la vida y sus semejantes".
Víctor Manuel Guzmán Villanueva

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