El Oro, El Mercurio y La Piedra


El Oro, el Mercurio y la Piedra

El Oro y el Mercurio salieron un día a mano armada para combatir y para sojuzgar a la Piedra. El Oro animado de furor empezó a hablar de esta manera:
EL ORO
¿Cómo tienes la temeridad de elevarte por encima de mí, y de mi hermano Mercurio, y de pretender la preferencia sobre nosotros: tú que no eres más que un gusano hinchado de veneno? ¿Ignoras que soy el más precioso, el más constante y el primero de todos los metales? ¿No sabes que los Monarcas, los Príncipes y los Pueblos hacen por igual que todas sus riquezas consistan en mí y en mi hermano Mercurio; y que tú eres el contrario, el peligroso enemigo de los hombres, y de los metales; siendo así que los más hábiles médicos no cesan de publicar y de alabar las virtudes singulares que poseo para dar y para conservar la salud al mundo?
LA PIEDRA
A estas palabras llenas de cólera la Piedra respondió sin conmoverse: Mi querido Oro. ¿Por qué no te enojas más bien contra Dios, y por qué no le preguntas por qué razones no ha creado en ti lo que se encuentra en mí?
EL ORO
Es Dios mismo quien me ha dado el honor, la reputación y el brillante esplendor que todos hacen tan estimable: por esta razón soy tan buscado por todos. Una de mis mayores perfecciones es ser un metal inalterable en el fuego, y fuera del fuego; también todo el mundo me ama y corre detrás de mí. Pero tú no eres mas que una fugitiva y una engañadora que embauca a todos los hombres: esto se ve en que emprendes el vuelo y te escapas de las manos de los que trabajan contigo.
LA PIEDRA
Es verdad mi querido Oro, es Dios quien te concedió el honor, la constancia y la belleza que te hacen precioso; por esto tienes la obligación de dar las gracias eternas a su divina bondad y no despreciar a los otros como haces. Pues yo puedo decirte que no eres ese Oro el que hablan los escritos de los filósofos, sino que ese Oro está oculto en mi seno.
Es verdad, lo confieso que yo me derrito al fuego y que no permanezco en él, sin embargo sabes muy bien que Dios y la Naturaleza me han dado esta cualidad, y que esto debe ser así; tanto más cuanto mi fluidez redunda en provecho del artista, que sabe la manera de extraerla. Debes saber sin embargo que mi alma permanece constantemente en mí, y que es más estable y más fija que tú por muy Oro que seas, y que todos tus hermanos y todos tus compañeros. Ni el agua, ni el fuego, sea cual fuere, pueden destruirla ni consumirla, aunque actúen sobre ella tanto tiempo como dure el mundo. No es pues culpa mía si soy buscado por los artistas, que no saben cómo hay que trabajar conmigo ni de qué manera debo ser preparada. Me mezclan a menudo con materias extrañas que me son enteramente contrarias. Me añaden agua, polvos, y otras cosas parecidas que destruyen mi naturaleza y las propiedades que me son esenciales; también se encuentran apenas uno entre ciento que trabaje conmigo. Todos se empeñan en buscar la verdad de Arte en ti y en tu hermano Mercurio, por esto todos se equivocan, y es en esto en lo que son falsos sus trabajos. Ellos mismos son buen ejemplo de ello, pues emplean inútilmente su oro, y tratan de destruirlo, no les queda de todo esto más que la extrema pobreza, a la cual se ven al fin reducidos. Tú, Oro, eres la primera causa de esta desgracia, sabes muy bien que sin mí es imposible hacer oro alguno ni plata alguna que sean perfectos, y que sólo yo tengo ese maravilloso don. ¿Por qué sufre pues tú, cuando casi todo el mudo entero funda en ti y en el Mercurio sus operaciones? Si te quedase aún un resto de honradez impedirías que los hombres se abandonasen a una pérdida segura. Pero como en vez de eso haces todo lo contrario puedo sostener con verdad que eres tú sólo el engañador.
EL ORO
Quiero convencerte por la autoridad de los filósofos que la verdad del arte puede ser cumplida conmigo. Lee a Hermes. Habla así: el Sol es su padre, la Luna su madre: y yo soy el único que es comparado al Sol. Aristóteles, Avicena, Plinio, Serapión, Hipócrates, Dioscórides, Messué, Rasis, Averroes, Geber, Raimundo Lulio, Alberto Magno, Arnaldo de Vilanova, Tomás de Aquino y gran número de otros filósofos, que no menciono para no ser prolijo, escriben todos ellos claramente y distintamente que los metales y la Tintura física sólo están compuestos de Azufre y de Mercurio; que ese Azufre debe ser rojo, incombustible, resistente constantemente al fuego, y que el Mercurio debe ser claro y bien purificado. Habla de esta suerte sin ninguna reserva; me nombran abiertamente por mi propio nombre, y dicen que en el Oro (es decir, en mí) se encuentra el azufre rojo, digerido, fijo e incombustible; lo cual es verdad y del todo evidente; pues no hay nadie que no sepa bien que soy un metal muy constante e inalterable, que estoy dotado de un azufre perfecto y enteramente fijo sobre el cual no tiene el fuego ningún poder. El Mercurio fue del parecer del Oro; aprobó su discurso; sostuvo que todo lo que su hermano acaba de decir, era verdad y que la obra podía realizarse de la manera que habían descrito los filósofos arriba citados. Añadió incluso que todos sabían cuán grande era la amistad mutua que había entre el Oro y él, con preferencia a todos los otros metales; que no había nadie que no pudiese juzgarlo fácilmente por el testimonio de sus propios ojos, que los orfebres y otros artesanos parecidos sabían muy bien que cuando quería dorar alguna obra no podían prescindir de la mezcla del Oro y del Mercurio, y que hacían su conjunción en muy poco tiempo, sin dificultad, y con muy poco trabajo: ¿qué no debía esperarse hacer con más tiempo, más trabajo y más aplicación?
LA PIEDRA
Al oír este discurso la Piedra se echó a reír y les dijo: en verdad que bien merecéis uno y otro que se burlen de vosotros y de vuestra demostración: pero eres tú, Oro, a quien admiro todavía más, viendo que presumes tanto de ti mismo, por el motivo de que eres bueno para ciertas cosas. ¿Puede estar realmente convencido de que los antiguos Filósofos escribieron, como lo hicieron, en un sentido que debe entenderse a la manera ordinaria? ¿Y crees que sus palabras deben interpretarse simplemente al pie de la letra?
EL ORO
Estoy seguro de que los Filósofos y los Artistas que acabo de citar no escribieron mentira. Todos opinan lo mismo con respecto a la virtud que yo poseo. Es muy cierto que hubo algunos que quisieron buscar en cosas totalmente alejadas, el poder, y las propiedades que están en mí. Trabajaron con ciertas hierbas; con los animales; con la sangre; con la orina; con cabellos; con esperma; y con cosas de esta naturaleza. éstos se apartaron sin duda del camino verdadero y algunas veces escribieron falsedades. Pero no ocurre lo mismo con los maestros que he nombrado. Nosotros tenemos pruebas ciertas de poseyeron en efecto este arte, por eso debemos dar fe a sus escritos.
LA PIEDRA
No pongo en duda de estos Filósofos tuviesen un exacto conocimiento del arte; exceptuando empero alguno de los que has citado, pues hay algunos entre ellos, aunque muy pocos, que lo ignoraron y que sólo escribieron sobre él aquello que oyeron decir; pero cuando los verdaderos Filósofos nombraron simplemente el Oro y el Mercurio como los principios del arte no se sirven de estos términos mas que para ocultar su conocimiento a los ignorantes y a os que son indignos de esta ciencia. Saben muy bien que estos Espíritus vulgares sólo se fijan en los nombres de las cosas, en las recetas y en los procedimientos que encuentran escritos, sin examinar si hay un sólido fundamento para lo que ponen en práctica. Por el contrario los hombres sabios y los que buenos libros con aplicación y exactitud considera todas las cosas con prudencia, examinan la relación y la conveniencia que hay entre una cosa y otra, y por este medio penetran en el fundamento del arte, de suerte que por el razonamiento y la meditación descubren, al fin, cuál es la materia de los Filósofos, entre los cuales no se encuentra ninguno que la quisiera indicar, ni darla a conocer abiertamente y por su propio nombre. Se manifiestan claramente sobre esto cuando dicen que nunca revelan menos el secreto de su arte que cuando hablan claramente y según la manera ordinaria de expresarse; pero confiesa en cambio que cuando emplean símiles, figuras y parábolas, es verdaderamente en estos pasajes de sus escritos donde manifiestan su arte, pues los Filósofos después de haber discurrido sobre el Oro y sobre el Mercurio no dejan de declarar y de asegurar en seguida que su Oro no es el sol y oro vulgar y que su Mercurio tampoco es el mercurio común. He aquí la razón de ello. El Oro es un metal perfecto, el cual a causa de la perfección que le dio la naturaleza no podría ser llevado por el arte a un grado más perfecto, de suerte que de cualquier manera que se pueda trabajar con el Oro, con cualquier artificio que se emplee, aunque se extrajese cien veces su color y su tintura, el Artista no hará nunca más oro y no teñirá jamás una mayor cantidad de metal que la que había de color y de tintura en el Oro del que fue extraída. Por esta razón dicen los Filósofos que hay que buscar la perfección en las cosas imperfectas y que allí se encontrará. Puedes leer en el Rosario lo que te digo aquí. Raimundo Lulio, a quien has citado, es de la misma opinión. Asegura que lo que debe ser hecho mejor no debe ser perfecto, porque en lo que es perfecto no hay nada que cambiar y más bien se destruiría su naturaleza que añadir algo a su perfección.
EL ORO
No ignoro que los Filósofos hablan de esta manera. Sin embargo esto puede aplicarse a mi hermano Mercurio, que es aún imperfecto, pero si nos junta a los dos, él recibe entonces de mí la perfección que le faltaba, pues es del sexo femenino y yo soy del sexo masculino, lo cual hace decir a los Filósofos que el arte es un todo homogéneo. Ves un ejemplo de esto en la procreación de los hombres. No puede haber ningún niño sin apareamiento del varón y de la hembra, es decir, si la conjunción del uno con la otra. Tenemos u ejemplo parecido en los animales y en todos los seres vivos.
LA PIEDRA
Es verdad que tu hermano es imperfecto y por consiguiente no es el Mercurio de los Sabios. Así cuando seáis reunidos y se os tenga así en el fuego durante el curso de varios años para tratar de uniros perfectamente el uno con el otro siempre sucederá la misma cosa. A saber, que cuando el Mercurio siente la acción del fuego se separa de ti, se sublima, levanta el vuelo y te deja sólo abajo. Que si se os disuelve en agua fuerte, si se os reduce en una sola masa, si se os resuelve, si se os destila y si se os coagula, nunca produciréis, empero, mas que un polvo y un precipitado rojo. Si se proyecta este polvo sobre un metal imperfecto no lo tiñe, pero se encuentra igual cantidad de Oro que la que se había puesto al principio y tu hermano Mercurio te abandona, huye. He aquí cuales son los experimentos que los que se dedican al estudio de la Química hicieron para su mal durante una larga serie de años. He aquí en qué termina todo el conocimiento que adquirieron con sus trabajos. Pero en lo que atañe al proverbio de los antiguos, en el que quieres ampararte de que el arte es un todo enteramente homogéneo, de que ningún niño puede nacer sin el varón y la hembra, y de que te imaginas que con esto quieren hablar los Filósofos de ti y de tu hermano Mercurio; debo decirte claramente que esto es falso, y que en mala ocasión lo dices tú; aunque en estos mismos pasajes los Filósofos hablan justamente y dicen la verdad. Te aseguro que aquí está la Piedra Angular que ellos poseyeron y contra la cual se estrellaron muchos miles de hombres. Puedes imaginarte bien que con los metales debe pasar lo mismo que con las cosas que tienen vida. Te ocurre e esto lo que les ocurre a todos los falsos Artistas; pues cuando leáis semejantes pasajes en los Filósofos no os preocupéis de examinarlos más para tratar de descubrir si tales expresiones encuadran y están de acuerdo o no con lo que se dice a continuación. Sin embargo debes saber que todo lo que escribieron los Filósofos de la obra en términos figurados se debe entender sólo de mí, y no de cualquier otra cosa que exista en el mundo, puesto que sólo yo puedo hacerlo que ellos dicen, y que sin mí es imposible hacer oro alguno, ni plata alguna, que sean verdaderos.
EL ORO
¡Buen Dios! ¿No te da vergüenza proferir una mentira tan grande? ¿Y no temes cometer un pecado glorificándote hasta tal punto que te atreves a atribuirte a ti sola todo lo que tantos sabios e ilustrados personajes escribieron sobre este arte desde hace tantos siglos, tú, que no eres más que una materia crasa, impura y venenosa, y confiesas no obstante esto, que este arte es un todo perfectamente homogéneo? Tú dices además que sin ti no puede hacerse oro alguno, ni plata alguna que sean verdaderos como si fuese una cosa universal. He aquí una contradicción manifiesta, tanto más cuanto que muchos sabios personajes se aplicaron con tanto cuidado y exactitud a los curiosos estudios que hicieron , que encontraron otros caminos con procedimientos que se llaman particulares de los cuales pudieron obtener, sin embargo, gran utilidad.
LA PIEDRA
Mi querido Oro, no te sorprenda lo que acabo de decirte, y no seas tan imprudente que me imputes una mentira, a mí que tengo más edad que tú. Si llegase a engañarme en esto deberías con justa razón excusar mi gran edad, puesto que no ignoras que hay que respetar la vejez. Para hacerte ver que he dicho la verdad; a fin de defender mi honor, sólo quiero apoyarme en la autoridad de los mismos maestros que tú me has citado y que, por consiguiente, no tienes derecho a recusar. Veamos particularmente a Hermes. Habla así. Es verdad, sin engaño, cierto y muy verdadero, que lo que está abajo es semejante a lo que está arriba; y lo que está arriba es semejante a lo que está abajo: por estas cosas se pueden hacer milagros con una sola cosa. He aquí como habla Aristóteles. Oh que admirable es esta cosa, que contiene e si misma todas las cosas que nos son necesarias. Ella se mata a sí misma y en seguida cobra vida por sí misma, se casa consigo misma, se embaraza a sí misma, nace de sí misma; se revuelve ella misma en su propia sangre, se coagula de nuevo con él y adquiere una consistencia dura; se hace blanca, se hace roja por si misma; nosotros no le añadiremos nada y no cambiamos nada de ella, salvo que separamos de ella lo grosero y lo terrestre. El Filósofo Platón habla de mí en estos términos. Es una sola cosa única, de una sola especie en sí misma, tiene un cuerpo, un alma, un espíritu y los cuatro elementos sobre los cuales domina. No le falta nada; no tiene necesidad de otros cuerpos; pues se engendra a sí misma; todas las cosas son de ella, por ella y en ella. Podría darte aquí otros muchos testimonios: pero como esto no es necesario, los paso en silencio para no ser enojosa, y como tú acabas de hablarme de [procedimientos] particulares voy a explicarte en qué se diferencian del arte. Algunos artistas que trabajaron conmigo llevaron tan lejos sus trabajos que llegaron a separar de mí mi espíritu, que contiene mi tintura; de suerte que mezclándola con otros metales y minerales consiguieron comunicar un poco de mis virtudes a los metales que tiene alguna afinidad y alguna amistad conmigo: sin embargo, los Artistas que triunfaron por este camino y que encontraron seguramente una parte del arte, son verdaderamente en número muy pequeño, pero conocieron el origen de donde procedían las tinturas, les fue imposible llevar más lejos su trabajo, y no encontraron a fin de cuentas que su procedimiento tuviese una gran utilidad. Si estos Artistas hubiesen llevado sus estudios más allá y hubiesen examinado bien cuál es la mujer que me es propia; si la hubiesen buscado y si me hubiesen unido a ella, entonces habría podido teñir mil veces más, pero en vez de esto destruyeron enteramente mi propia naturaleza, mezclándome con cosas extrañas; por eso, aunque haciendo su cálculo, consiguieron alguna ventaja, muy mediocre por cierto, en comparación con el gran poder que está en mí. Es evidente empero que esta utilidad sólo procedió y sólo tuvo su origen en mí y no en cualquier otra cosa con la que pude ser mezclada.
EL ORO
No has probado gran cosa con lo que acabas de decir, pues aunque los Filósofos hablan de una sola cosa, que encierra e sí los cuatro elementos; que tiene un cuerpo, u alma y un espíritu; y que por esta cosa quieran dar a entender la tintura física cuando ha sido llevada a su última perfección, que es el fin que persiguen; sin embargo esta cosa debe estar compuesta desde su comienzo de mí, que soy el Oro, y de mi hermano, que es el Mercurio, que somos los dos la semilla masculina y la semilla femenina; tal y como se ha dicho más arriba. Pues después de haber sido nosotros suficientemente cocidos y transmutados en tintura, somos por ello el uno y el otro, juntos, una sola cosa de la que hablan los Filósofos.
LA PIEDRA
Esto no es como tú te imaginas. Ya te he dicho anteriormente que no puede hacerse una verdadera unión con vosotros dos, porque no sois un solo grupo sino dos cuerpos juntos, y, por consiguiente, sois contrarios, si consideramos el fundamento de la Naturaleza. En cambio yo tengo un cuerpo imperfecto, un alma constante, una tintura penetrante. Tengo además un Mercurio claro, transparente volátil y móvil y puedo operar todas las grandes cosas de que os vanagloriáis los dos si que podáis empero hacerlas. Porque yo soy quien llevo en mi seno el Oro Filosófico y el Mercurio de los Sabios; por esto los Filósofos ha hablado de mí diciendo que su Piedra es invisible y no es posible adquirir la posesión de nuestro Mercurio si no es por medio de dos cuerpos, de los que uno no puede recibir sin el otro la perfección que se le exige. Por esta razón no hay más que yo, que posea una semilla masculina y femenina, y que sea (al mismo tiempo) un todo enteramente homogéneo, por lo cual se llaman hermafrodita. Ricardo Inglés da testimonio de mí diciendo que la primera materia de nuestra piedra se llama Rebis (dos cosas), esto es, una cosa que recibió de la Naturaleza una propiedad oculta que hace que se le dé el nombre de Hermafrodita; como si dijéramos una materia en la que es difícil poder distinguir el sexo, su es macho o si es hembra, porque se inclina igualmente hacia ambos lados. Por esto la medicina se hace con una cosa, que es el agua, y el espíritu del cuerpo. Esto es lo que hizo decir que esta medicina engañó a un buen número de tontos a causa de la multitud de sus enigmas. Sin embargo este arte no requiere más que una cosa, que es conocida de cada cual, y que muchos desean, y el todo es una cosa que no tiene par en el mundo pero que, empero, es vil y se puede obtener por poco precio. Pero no hay que despreciarla por su escaso valor, pues hace y completa cosas admirables. El Filósofo Alain dice que vosotros que trabajáis en este arte debéis tener una firme y constante aplicación de espíritu a vuestro trabajo y no empezar a ensayar ora una cosa y ora otra. El arte no consiste en la pluralidad de las especies sino en el cuerpo y en el espíritu. Oh cuán cierto es que la medicina de nuestra Piedra es una cosa, un vaso, una conjunción. Todo el artificio comienza por una cosa y acaba en una cosa, aunque los Filósofos describen varias vías con el fin de ocultar este gran arte. Y así es que hablan de una conjunción continua, una mezcla, una sublimación, una desecación y otras muchas vías y operaciones a las que se puede designar con diferentes nombres. Empero la solución del cuerpo no se hace más que en su propia sangre. He aquí cómo habla Geber. Hay un azufre en las profundidades del Mercurio, que lo cuece, y que lo digiere en las vetas de las minas durante muy largo tiempo. Ya ves, pues, mi querido Oro, que te he demostrado ampliamente que este azufre sólo está en mí, puesto que lo hago todo yo sola, sin tu auxilio y sin el de todos tus hermanos y de todos tus compañeros. No tengo necesidad de vosotros, en cambio todos vosotros tenéis necesidad de mí, puesto que lo hago todo yo sola, sin tu auxilio y sin el de todos tus hermanos y de todos tus compañeros. No tengo necesidad de vosotros. En cambio todos vosotros tenéis necesidad de mí, en tanto que puedo daros a todos la perfección y elevaros por encima del estado en que os puso la Naturaleza.
Al oír estas palabras el Oro se encolerizó furiosamente, sin saber ya qué responder. Celebró consejo con su hermano Mercurio y se pusieron de acuerdo e que se apoyarían el uno al otro, esperando que al ser dos contra nuestra Piedra, que no es más que una sola, la dominarían fácilmente; de suerte que después de no haber podido vencerla por la discusión, tomaron la resolución de darle muerte por medio de la espada. Con este propósito juntaron sus fuerzas, a fin de aumentarlas con la unión de su doble poder. Se celebró el combate. Nuestra Piedra desplegó sus fuerzas y su valor. Combatió contra los dos y los venció, los dispersó y los destruyó al uno y al otro de suerte que no quedó el menor vestigio que pudiese dar a conocer lo que había sido de ellos. Así, queridos amigos, que tenéis el temor de Dios delante de los ojos, lo que acabo de deciros debe haceros conocerla verdad e iluminaros el espíritu todo lo que sea necesario, para comprender el fundamento del más grande y el más precioso de todos los tesoros que ningún filósofo expuso, descubrió ni sacó a la luz tan claramente. No necesitáis pues otra cosa. Sólo os falta rogar a Dios, para que se digne haceros llegar a la posesión de una joya que es de un precio incalculable. Aguzad después de esto el filo de vuestros Espíritus; leed los escritos de los sabios con prudencia; trabajad con diligencia; no actuéis con precipitación en una obra tan preciosa. él tiene su tiempo ordenado por la Naturaleza, lo mismo que los frutos que están en los árboles y los racimos de uva que tiene la vid. Tened rectitud de corazón y proponeos un fin honrado. Si no es así Dios no os otorgará nada, pues sólo comunica un don tan grande a aquellos que quieren hacer buen empleo de él, negándoselo a aquellos que lo aplicarían en cometer el mal. Ruego a Dios que os dé su Santa Bendición. Así sea.

Karina Bracce

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