El paradigma holográfico
La holografía es una técnica avanzada de fotografía, que consiste en crear imágenes tridimensionales. Para esto se utiliza un rayo láser, que graba microscópicamente una película fotosensible. Ésta, al recibir la luz desde la perspectiva adecuada, proyecta una imagen en tres dimensiones.
El neurofisiólogo Karl Pribram ha establecido la hipótesis de que el cerebro sigue un modelo holográfico. Lo más relevante de las imágenes holográficas consiste en que si partimos un holograma en dos, cada fragmento poseerá la información original completa; y aunque siguiéramos subdividiendo cada fragmento, por más pequeño que sea, siempre contendrá la información del todo, la imagen completa. Esta imagen tridimensional de un objeto real se forma en una placa por efectos de una interferencia electromagnética; proceso que, según el psicólogo Stanislav Grof, es semejante al que acontece en la psique inconciente.
La parte en el todo, y el todo en la parte, ¿les suena?. Esa sería para muchos científicos la cualidad intrínseca de la mismísima realidad.
“Arrójese un puñado de arena en un estanque y las ondas producidas por cada grano de arena se entrecruzará con las ondas de los otros granos de arena, estableciendo patrones de frentes de ondas que se interfieren. La suave superficie, a modo de espejo, se ha hecho imprecisa, pero el desdibujamiento ha ocultado en su interior un patrón increíblemente ordenado. Si pudiera congelarse repentinamente el estanque en ese instante, su superficie sería un holograma. El holograma fotográfico es como un registro congelado de patrones de interferencia”.
Ahora imaginemos nuestro sistema solar como un estanque sideral; cada planeta es como un grano de arena productor de ondas. Éstas se entrecruzan con las demás, generando un patrón de interferencia constantemente varible.
Es en el momento del nacimiento cuando queda fijado en cada uno de nosotros un holograma personal que es individual y cósmico a la vez. Nuestro ser (¿acaso nuestra alma?) podría ser la placa sensible que da cuenta del patrón energético, y que a su vez es interpretado por nuestro cerebro.
Me atrevo a decir que este holograma es ni más ni menos que la carta natal.
Ahora bien, habría que hacer una distinción importante. El patrón energético que nos define es una cosa, pero las reacciones psicológicas ante este patrón es otra muy distinta. Si no fuera así, todo estaría ya escrito y seríamos completa y tristemente previsibles.
En la holografía es necesario contar con un haz de luz coherente para dar cuenta de la imagen tridimensional que se proyecta en el espacio. Es el láser quien cumple esta función.
Utilicemos la analogía y pensemos en la carta natal como un holograma, ¿qué tipo de luz necesitaríamos para hacerla manifiesta?.
Esa luz coherente que podría concretizar la información contenida en su interior no es otra que la “luz” de la conciencia. Cuanto más pura o elevada sea, mejor evidenciará el potencial natal; tanto más coherente será con la energía simbolizada por la carta. Aclaro que cuando hablo de conciencia me estoy refiriendo a la conciencia del “dueño” de la carta, no a la conciencia del astrólogo que la interpreta.
Una conciencia libre de apegos, de prejuicios y de identificaciones generará una realidad más integrada y perfecta, y en el fondo, verdaderamente real.
Es el nivel de conciencia de cada ser lo que hará la diferencia entre experimentar la carta natal (es decir, la propia energía) de una u otra manera. Esta holografía simboliza lo que potencialmente somos, además de indicar tanto nuestros ciclos personales como los colectivos y generacionales.
En este sentido, no sólo dependerá del nivel sino del tipo de conciencia que iluminará al holograma. El potencial de nacimento será actualizado y optimizado en función del nivel de conciencia que atraviesa el holograma.
O usando la fórmula de Pierre Weil:
Vr=(f)Ec
Donde la vivencia de la realidad (Vr) es función (f) del estado de conciencia (Ec) en que estamos.
El concepto de holograma puede aplicarse a todo aquello que represente la imagen completa de algo, por eso es que la astrología “es” holográfica.
Tal como la utilizamos corrientemente, la holografía es una técnica que sin usar ningún tipo de lentes crea imágenes tridimensionales. Un rayo láser graba microscópicamente una película fotosensible y ésta, al recibir la luz desde la perspectiva adecuada, proyecta una imagen en tres dimensiones.
Pero si lo vemos con cuidado, no es verdad que el holograma contenga la información de toda la escena. En realidad, cada fragmento del holograma contiene la información de toda la escena vista desde el lugar donde el observador estaba.
De esta manera apreciamos la importancia que tiene la posición en el espacio del ser al que se le levanta una carta natal, pues la domificación establece el ángulo de incidencia de las diversas “frecuencias energéticas”.
La mayoría de los astrólogos en algún momento de su quehacer se da cuenta que diferentes rasgos de la carta natal se repiten en varios niveles, como distintas cosas que hablan de lo mismo, remitiendo a una imagen holográfica. Diferentes técnicas traen diferente información, pero esa información tiene similaridades que apuntan a la carta natal como un todo. Las progresiones simbólicas, por ejemplo, relacionan el movimiento diario de un planeta con una dimensión mayor, el año. Un día transcurrido es un año transcurrido. La Luna progresada es sincrónica al tránsito de Saturno. Cada signo, cada planeta, tienen sentido en tanto parte de una totalidad; sería un error entenderlos individualmente.
La tradición hindú divide generalmente a los signos en 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9 partes iguales o shodasavargas. En Occidente los armónicos se trabajan hasta el 12; es decir, cada signo estará dividido en 12 secciones, por lo tanto dentro de cada signo existen los doce signos. En la parte está el todo.
F. David Peat, a partir de la teoría del orden implicado de Bohm, afirma que el Universo entero se encuentra plegado sobre si mismo en cada región del espacio. “Los eventos sincronísticos, entendidos como una coincidencia significativa entre microcosmos y macrocosmos, son aplicables si consideramos que, bajo los estratos de un orden implicado individual, existe un nivel más profundo que contiene, plegada, toda la información del Universo”.
Como analogía literaria, propongo la del cuento de Jorge Luis Borges El Aleph, sólo que para Peat cada punto del espacio sería un Aleph.
Así lo describe el genial escritor argentino: “… En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo..”
Con respecto a la teoría del orden implicado y explicado de David Bohm, podría decirse que una carta astral surge del océano de lo implicado. Bohm pensó este escenario en términos de holomovimiento u holokinesis.
Cualquier forma de movimiento podría constituir un holograma, la totalidad indefinida de movimientos sería un holomovimiento, o sea, la base de lo que es manifiesto. La carta natal es un momento particular dentro de ese contínuo holomovimiento y por eso, una holografía que posee la información del Todo.
Según Bohm, el Universo está estructurado según los principios generales del holograma, y para Pibram el cerebro es un holograma que decodifica un universo holográfico.
En la teoría holográfica lo que puede verse es que en última instancia se trata de decodificación de frecuencias. Los diversos aspectos del Universo se expresan en forma de modelos de interferencia energética, entremezclados pero diferentes que portan información que definen su naturaleza e identidad.
Es sugerente el hecho de que en la holografía no se usan lentes, es decir, no se focaliza. Una lente provoca la divergencia o convergencia de la luz, pero el laser siempre permanece coherente. Al no haber convergencia no hay focalización. Esto produce una suerte de un emborronamiento de frecuencias que luego se decodifica.
La teoría holográfica sostiene que un ámbito borroso de frecuencias y potencialidades sustenta la realidad concreta. Los fundamentos de la Astrología provendrían de ese nivel de frecuencias que sólo podemos registrar desenfocando nuestra mirada, como en las imágenes (estereogramas) del libro “El Ojo Mágico”.
Los estereogramas son imagenes 3d ocultas en otra imagen, en un patrón en dos dimensiones. Estos se pueden ver ya que nosotros tenemos dos ojos, por ende dos visiones diferentes, lo que pasa es que nuestro cerebro une las dos visiones. El estereograma es una ilusión óptica basada en la capacidad que tienen los ojos de captar imágenes desde distintas perspectivas. Esas perspectivas diferentes son captadas de tal forma por el cerebro, que pareciera ser una imagen tridimensional.
Figura 2
Solamente podemos visualizar lo que se encuentra “oculto” tras la esfera de frecuencias si desenfocamos nuestra manera de observar.
Un mítico guerrero samurai del siglo XV llamado Miyamoto Musashi distinguía entre dos tipos de empleo de los ojos: el ken o visión superficial de la apariencia, y el kan o acceso a la esencia de las cosas. La mirada debe ser profunda y amplia. Esta es la doble mirada “vista y percepción”. La percepción es fuerte, y la simple vista es débil.
Decía que “en estrategia es importante ver las cosas lejanas como si estuviesen cerca, y tomar un punto de vista distante de las cosas cercanas. Es necesario ser capaz de ver a ambos lados sin mover los ojos. Esta habilidad no se domina con facilidad. Asimila lo que está escrito aquí: usa esta mirada en la vida cotidiana y no la modifiques ocurra lo que ocurra”.
Para verificar si la Astrología funciona como la holografía tendríamos que desenfocar nuestra conciencia/mirada habitual para así descubrir la dimensión más profunda de la que surge nuestra realidad. Una conciencia focalizada (como la que usamos constantemente) tiende a “definir”; sin embargo una conciencia no focalizada lo que define es la dimensión oculta tras el patrón energético de frecuencias. Sólo así podremos ver, luego de practicar un poco, ese objeto escondido que flota dentro de un conjunto caótico de formas e imágenes sin sentido (Figura 2).
También diríamos que la frecuencia particular de cada tránsito planetario genera una información plausible de ser codificada por un cerebro en un lugar y momento determinado. De aquí provendrían la concienciación de las cualidades esenciales de los planetas, del efecto de los tránsitos y las progresiones, entre otras cosas.
Ahora bien, debemos darnos cuenta que no se puede ir mucho más allá de estas interpretaciones. Sin embargo si vamos más allá del nivel físico de frecuencias, vemos que tanto el holograma como el estereograma funcionan excelentemente como metáforas para describir niveles diferentes y superiores de realidad.
Los antiguos alquimistas, astrólogos y filósofos herméticos usaban como metáfora el Unus Mundi (4) y las correspondencias entre Macrocosmos y Microcosmos.
Así era como la mentalidad medieval buscaba una inserción en el cosmos que diera sentido a su existencia. Hoy nuestra metáfora es la del orden implicado y el holograma.
Si bien el holograma remite a una realidad “inmaterial” el caso es que al hablar de frecuencias o pautas de interferencia electromagnética seguimos en el nivel de la fisiosfera, o sea, el nivel de la física, la óptica y el electromagnetismo.
Y como decía antes, la Astrología no se puede explicar solamente por estos medios pues ellos únicamente remiten al nivel material (el más básico) de la realidad; pero como metáfora… es una metáfora excelente.
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