Una infinita fuente interna para compartir - Diana Dunningham Chapotin


Una infinita fuente interna para compartir

Esta vez voy a compartirles un artículo de la revista teosófica, publicado en Marzo del año 2000, trata sobre la capacidad para compartir con los demás, me interesó ya que generalmente los caminantes principiantes del sendero no tienen muy claro lo que el dar o compartir realmente significa, en este artículo se aclara de forma muy definida el significado de éstas palabras y sus acciones, espero sea de su agrado.

Cuando se nos llama al sendero de Servicio, pronto descubrimos que se requiere una fuente inextinguible de amor y energía para enfrentar el sufrimiento que nos rodea.  "Las buenas causas"  llaman nuestra atención por todos lados. Cómo haremos  brotar los poderes ilimitados que el Señor Sri Ram  proclama que tenemos internamente para dar y  para amar?  No sería maravilloso si hubiera simplemente una fórmula oculta que los liberara? Tan solo pensemos en todas las situaciones que podrían transformarse. Aún las más insignificantes que hemos experimentado, como estas:

Un amigo está trabajando para exterminar una injusticia social y Ud. está de acuerdo con él.  Él lo invita a que vaya a todo el vecindario para que firmen un documento, pero Ud. se siente temeroso de acercarse a la gente que  no conoce....¿Se ha sentido alguna vez llamado a protestar contra una injusticia, pero miedoso y reacio a tomar una acción apropiada?

¿Se ha encontrado Ud. mismo posponiendo interminablemente la visita  a un amigo anciano?....¿Y diciéndose a sí mismo: voy a ir esta semana.....o la próxima?

¿Ha tenido momentos de real miedo de que la humanidad va a destruirse?

¿Se ha  sorprendido sintiendo vagamente un malestar cuando alguien a quien Ud. ha ayudado no se lo agradece?


¿Se ha cambiado de andén para evitar la mirada de un mendigo o de una indigente?

¿Ha estado en posiciones de dependencia de otros y se ha sentido vulnerable y abandonado?

¿Ha estado trabajando bárbaramente para evitar una medida o acción del gobierno, y al fallar en su empeño se ha sentido invadido por impotencia y rabia?

¿Ha estado asistiendo a algún enfermo, por largo tiempo y está tan cansado que no sabe cuanto más será capaz de aguantar?

Las reacciones en estos casos son eminentemente humanas. Todas son situaciones para dar y servir, y los sentimientos de impotencia, fatiga, aburrición, miedo, impaciencia y otros, requieren que acudamos a los más profundos recursos internos.

Al ir descubriendo estos sentimientos, encontramos también el gran aliado, la gran compañía, a quien siempre podemos acudir: LA TEOSOFIA..

¿Cómo nos ayuda? Ella es el eje central, el  mismísimo corazón de la actividad del servicio: 

El verdadero servidor teosófico no está mirando por la salud o la seguridad física o el bienestar psicológico de los que sirve, sino por el crecimiento espiritual, con una perspectiva de largo alcance.  No lucha contra los problemas sociales o de los gobiernos con una mentalidad de "ellos y nosotros", sino que, con todo amor e inteligencia, busca consenso y lucha sólo por los intereses del bien común.  Coloca el bienestar de otras naciones a la par con las de su propia nación y se mantiene en una perspectiva global.  Se mira el sufrimiento en términos del crecimiento que puede generar y de las oportunidades para ejercer compasión.

En el sendero espiritual con la perspectiva teosófica, los obstáculos son el terreno de acción. Las dificultades que surgen cuando estamos tratando de ayudar a los seres humanos, a los animales o al planeta en general, son los "granos" para alimentar el "molino espiritual".

Hay convicciones especiales en el servidor teosófico que influyen en la capacidad de dar. Una de éstas es la certeza de que todo ser humano es "perfectible" y que inevitablemente todos llegaremos a los Pies del Maestro o sea que algún día alcanzaremos la realización.

Recordemos las palabras de Annie Besant: "Ninguna alma que anhele realizarse fracasará en su ascenso. Ningún corazón que albergue Amor, jamás será abandonado.  Las dificultades existen para que al vencerlas nos hagamos mas fuertes y sólo los que han sufrido son capaces de salvar a otro".

La fe en el destino espiritual nos da el poder  de dar, disolviendo las separatividades, enjuiciamientos y demás formas discriminatorias en las que subconscientemente vetamos a los demás.

Ilustremos este punto con una historia: Un Obispo Misionero encontró en cierta ocasión en una isla remota a tres indígenas que repetían:  "Somos tres. Tu eres tres. Ten misericordia de nosotros".   El Obispo consideró esta oración herética y con suma paciencia se dedicó a enseñarles el Padre Nuestro.  Una vez que terminó su tarea, se alejó de la isla con su conciencia tranquila.   Pasaron algunos años y el Obispo volvió a pasar por allí. Al aproximarse vio una luz brillantísima y a los tres indígenas acercarse caminando sobre las aguas.  Los indígenas, parados sobre las aguas le dijeron:  "Señor Obispo, olvidamos la bella oración, apenas recordamos Padre Nuestro que estás en el Cielo, venga a nos el Tu Reino....... y lo demás se nos olvidó.  Serás tan gentil de volvérnosla a enseñar?     El Obispo profundamente conmovido y transformado, les dijo  Por favor, vuelvan a su isla y sigan orando "Somos tres, Tu eres tres, ten misericordia de nosotros".

A medida que vamos madurando en el camino espiritual descubrimos maravillosas cualidades en nosotros y éste es el don que necesitamos: seremos más pacientes con los que aún están en las frivolidades de la vida; con los ancianos que siempre repiten la misma historia.  Así vamos encontrando que  La Vida Oculta sí vibra en cada átomo,  que la Luz Oculta sí brilla en cada criatura y comprobamos que el Amor abarca no solo lo bello, bondadoso y gratificante, sino también lo feo, irritante y codicioso.

Una mujer americana llamada Raquel Naomi hace una distinción entre Arreglar, Ayudar y Servir.  Arreglar es una forma de juicio. Cuando "arreglamos" a una persona la percibimos como fragmentada,  no vemos la totalidad, la perfección en el otro.  El "ayudar" como ella lo define, no es tampoco lo ideal, pues está basado en la desigualdad.  Cuando "ayudamos" usamos nuestra propia fortaleza para con quienes tienen menos fortaleza.  Puede que inadvertidamente disminuyamos la autoestima del otro. El ayudar produce una deuda.  Mientras que "servir" es algo mutuo. No servimos con nuestra fortaleza sino con  nosotros mismos.  Cuando ayudamos tenemos el sentimiento de satisfacción.  Cuando  servimos tenemos un sentimiento de gratitud.  Raquel Remen dice:  "Si ayudar es una experiencia de fortaleza,  arreglar es una experiencia de maestría y destreza.  Por otro lado, el  servir es una experiencia de misterio, entrega y reverencia...  Se basa en la premisa básica de que la naturaleza de la vida es sagrada.  Cuando ayudas, ves la vida como débil, cuando arreglas, forjas o reparas, ves la vida como fragmentada,  cuando sirves, ves la vida como un todo.  De tal manera que la forma de liberar la capacidad interna de servir es descubrir  LA UNIDAD  con todas las otras formas de vida.  Así comenzamos a hacer brotar esos "poderes mágicos" que confortan, sanan, elevan, protegen y transforman.

¿Qué hace que se tenga esa conciencia de UNIDAD?

Unos oran, otros meditan, otros invocan sus propias fuerzas superiores, o las angélicas. También hacen rituales que purifican y se abren para que fluyan esas fuerzas.

George Arundale, expresidente de la Sociedad Teosófica invoca los Poderes del Amor así:

"¡Oh Poderes del Amor!, os ofrecemos devoción con la certeza de que solo el Amor redime al mundo.  Invocamos Vuestra bendición para los que se esfuerzan en serviros. La invocamos para los que soportan el sufrimiento, para que puedan descubrir el abrazo de Vuestro Amor en medio de su aflicción. También la invocamos para los que infligen sufrimiento, de modo que siendo amados, retornen a vosotros y os sirvan".

Sería maravilloso descubrir una fórmula mágica que libere el AMOR y LA SABIDURÍA OCULTAS;  así sabríamos cómo librar nuestras luchas cotidianas, cómo evitar pérdidas de energías, agotamiento nervioso, cómo evitar interferir en las vidas de los demás, cómo afrontar la ira y la desesperación.

Linda Jo Pym (una teósofa que labora en la Clínica de Salud Mental de la universidad  de Washington) comenta: "Servicio no es la idea de mérito social; se trata es de ir profundamente al lugar donde somos UNO.  No es seguir una colección de reglas o preceptos.  Al tomar una decisión de servir, ¿cuántas veces nos centramos en esa profundidad de nuestro interior? ¿o simplemente estamos llamando reglas, ideas y principios en torno a nuestras mentes?.  La estrategia consiste en encontrar esa parte de nosotros mismos desde donde podemos responder".

En su libro "¿CÓMO PUEDO AYUDAR?" por Ram Dass, una mujer americana narra una percepción especial que ella tuvo acerca de nuestra naturaleza esencial, parentesco y bondad:  "En las primeras etapas del cáncer de mi padre, descubrí que era muy difícil saber cuál es la mejor forma de ayudar. Yo vivía a una distancia de mil millas y venía a visitarlo. Era penoso verlo bajar la colina y aún más sentirse tan torpe y no tener seguridad acerca de qué hacer o qué decir.  Un día recibí una llamada, él se había resbalado. Fui directamente del aeropuerto al hospital y de ahí a la habitación.  Al entrar creí que había cometido un error: vi un hombre viejísimo, pálido y sin cabello y respirando con grandes jadeos.  Estaba profundamente dormido, casi muerto....., por lo tanto salí a buscar la habitación de mi padre.... y me quedé fría: ¡repentinamente me di cuenta de que era él!.  ¡No había reconocido a mi propio padre!; fue el momento mas angustioso de mi vida.  Gracias a Dios estaba dormido. Todo lo que pude hacer fue sentarme junto a él y tratar de cambiar esta imagen antes de que él despertara y notase mi sobresalto.  Tuve que mirar mas allá de esto y encontrar algo más allá de esta apariencia desagradable de un padre que escasamente podía reconocer físicamente.  Cuando él despertó nos sentíamos incómodos el uno con el otro; había aún un sentido de distancia que era penoso y nos mirábamos poco a los ojos.  Algunos días después lo volví a encontrar profundamente dormido y repentinamente vinieron a mí las palabras de la Madre Teresa describiendo a los leprosos que ella cuidó como "Cristo en toda su lánguida desnudez".  Aunque nunca había tenido una relación real con Cristo, ni la tuve en ese momento, vino un sentimiento de identificar a mi padre como un hijo de Dios. Eso era lo que realmente él era detrás de esa "lánguida desnudez" y sentí que esta era también mi identidad real. Sentí ese gran vínculo con él que no era propiamente lo que sienten un padre y una hija.  En ese momento él se despertó y nos miramos comprendiendo. Desde entonces nos sentimos juntos en infinita PAZ; no más sentimientos de separatividad, y todo lo que hacía por él fluía con naturalidad. Así que éste fue el regalo final de mi padre:  la oportunidad de ver la identidad común de nuestros espíritus. La oportunidad de realizar el  AMOR y el bienestar. Siento que ahora yo puedo acudir a  esto con otros seres y en diversas ocasiones".

Quizá el paso mas temerario y radical que podamos dar al liberar nuestra infinita capacidad de dar, es querer enfrentar nuestras propias dudas, necesidades y resistencias y tratar de identificar las barreras internas con nuestros tan queridos instintos.  Podemos ver lo que sucede con esos sentimientos de culpa, ansiedad, incomodidad, desilusión, vulnerabilidad. etc. Tenemos que decidirnos a identificar los mas profundos temores detrás de estas reacciones, como son:  el temor a perder el control, a sentirnos abrumados y descorazonados y por último el temor a dejar de existir.  

Tratemos  de revisar nuestras reacciones espontáneas: Quizás cuando nos impacientamos con alguien no es porque seamos impacientes o egocéntricos, sino porque nuestra mente subconsciente nos grita: "¿Y qué pasa con mis problemas y conmigo?...¿A quién le importan mis cosas?.  Nuestra impaciencia puede ser un grito reprimido de nuestro amor propio.....  Y cuando dejamos de visitar al amigo postrado en cama y aislado, no es por tratar de enmascarar nuestra tristeza por él.  Tal vez es porque subconscientemente estamos evitando encontrarnos con el terrible espectro de nuestra pérdida de control, desamparo potencial y autoabandono.  El temor de ahogarnos en nuestra tristeza, afecta nuestra capacidad de dar.  Es como si fuéramos ostras que se abren y dejan entrar el dolor y luego se cierran repentinamente:  Ayudamos los martes y los jueves por la tarde, luego llegamos a casa y cerramos la puerta. Abandonamos al amigo del cáncer o a la amiga que pierde su hijo, no tanto por no saber qué palabras usar para reconfortarlos, sino porque surgen profundas y aterrorizantes preguntas.  Nuestra filosofía de la vida tan lógica y bella nos llena de satisfacciones metafísicas y nos da seguridad y optimismo, pero se ve atacada y minada por nociones de injusticia absurda.

Por supuesto que hay motivos mezclados en lo que hacemos:  el aburrimiento, la soledad o los sentimientos de inutilidad al lado de una genuina simpatía y compasión. Ayudar a otros nos eleva la autoestima, la autoridad, ¿pero qué hay   detrás de todo esto?  Los motivos para ayudar  pueden ser un temor al vacío interior.

Pero no podemos esperar a que tengamos total pureza de sentimientos para servir, sino que debemos entrar en el proceso de borrar las barreras entre "los otros" y "nosotros", hasta que percibamos la UNIDAD  y que ya no exista el "ayudador" y el "ayudado".  Así ayudaremos por lo que somos no por lo que hacemos.

Otra historia del libro de Ram Das para ilustrar este contraste entre el "ser" y el "hacer":

"En un monasterio budista de Tailandia en donde los monjes requerían una severa renunciación que purificaba su mente y les permitía entrar en meditación profunda, poniéndose en contacto con lo más poderoso de su Ser, había un monje conocido por curar las adicciones de heroína y opio.  Cuando lo vi, sentí su presencia poderosa y sólida. Trescientos adictos comenzaban el tratamiento y el primer día se veían como una masa de decrépitos drogadictos;  al cuarto día ya se notaba un cambio; a los ocho días ya se veían alegres y a los diez días salían.  El 70% se curaba totalmente.  ¡Asombroso!

Qué hacía el monje?.  Les advertía a la entrada que sólo podían permanecer diez días, que nunca mas podrían regresar y que la cura era total.  No les hacía ninguna clase de adoctrinamiento religioso.  La mente del monje se centraba en un punto firme:  que el Ser de ellos era más fuerte que la adicción. Y no usaba ningún método diferente. Su entrega era total y solo vivía para su trabajo".

Éste es el ideal:  CONFIAR TOTALMENTE; así se liberan los poderes internos. No es asunto de fórmulas mágicas, sino de encontrar la UNIDAD.  El Servicio es un camino de despertar, la Teosofía es nuestra compañera y maestra que nos acompaña con la certeza de que cada ser humano es perfectible y que tenemos un INFINITO PODER PARA DAR.  Tenemos que avanzar con alegría y valor observando nuestros niveles oscuros hasta tocar el centro de PAZ INTERNA en nosotros. La convicción de la UNIDAD será tan fuerte que en los momentos terribles seremos capaces de contemplar esos niveles con serenidad hasta que sólo la COMPASIÓN llene el corazón.   

Diana Dunningham Chapotin, ‘Theosophy in New Zealand’, marzo de 2000
Traducción de Julia de Martínez y José Contreras, Logia Blavatsky, Bogotá

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